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Nuestra Identidad en tiempos de pandemia

Desde la Educación Popular en tiempos de pandemia, donde camina Fe y Alegría, estamos viviendo momentos de profunda reflexión sobre cómo deberíamos seguir actuando en este mundo globalizado y entretejido de pensamientos que se diluyen a la vuelta de la esquina, y cómo deberíamos pronunciarnos en este tiempo de pandemia que nos ha puesto de manifiesto la existencia de graves crisis en diversos ámbitos de la vida; qué opciones tomar ante una vorágine de propuestas educativas, métodos didácticos y tecnológicos que muchas veces llevan un leviatán dentro y, por último, cómo atender la urgencia de seguir respondiendo a tanta situación de injusticia, pobreza y desesperación… desde el derecho por una educación para todas y todos.

En medio de todo esto, la pandemia congeló en momento eterno angustias y esperanzas. Quedaron atrás los grandes discursos para responder de inmediato ¿cómo educamos ahora?

 

Creíamos que la escuela era inamovible, y la urgencia nos obligó a rescatar únicamente lo esencial de ella, para darnos cuenta que hay nuevos lugares para dialogar y aprender.

 

Creíamos que la norma y el reglamento eran fundamentales, y la urgencia nos enseñó que la pregunta ¿cómo están? ¿qué necesitan? ¿cómo hacemos? Son generadoras de ternura que implica un mayor compromiso y disciplina para aprender. Esto es acompañar no solo desde el cumplimiento del deber.

 

Creíamos que cumplir el cronograma y programas planificados eran el hilo conductor de nuestro trabajo, la urgencia nos enseñó que podemos reprogramar y reorganizarnos en tiempo record.

 

Creíamos que teníamos miedo a la tecnología, la urgencia nos enseñó, una vez más, que no importa la edad para aprender.

Creíamos o estábamos cómodos con nuestras evaluaciones, donde aprovechamiento y comportamiento insisten en definir la enseñanza, la urgencia nos animó a recrear nuestros procesos evaluativos.

A partir de estos cuestionamientos y aprendizajes, procuramos visualizar las claves más importantes para leer este nuevo contexto y responder con acierto solidario y responsabilidad. Es así como comenzamos a movilizarnos y a promover:

El intercambio de conocimientos, construimos los Diálogos de Saberes 2.0, que han constituido espacios abiertos y masivos de encuentro y reflexión en línea, desde donde abordamos temática relevantes como: la gestión educativa en tiempos de crisis, pensar la educación en tiempos de pandemia, reflexiones pedagógicas ante la crisis, la violencia de género e infantil en tiempos de confinamiento, Inteligencia emocional ante la crisis sanitaria, entre otros temas abordados… Solo de este modo se pueden generar respuestas alternativas, más aún, en contextos de emergencia.

El análisis crítico de la realidad, no podemos mirar, esta realidad del COVID 19 de manera fragmentada, hay que entenderla de una manera global, interdisciplinaria. De lo contrario, podemos sin querer hacerle el juego al mundo del mercado que siempre se las ingenia para hacer producir su capital a costa, muchas veces, de aprovechar la fragilidad humana.

La mirada de los otros virus que han confabulado con esta pandemia; el individualismo y el egoísmo globalizado de naciones y personas que han provocado la destrucción de los ecosistemas y el acaparamiento de riquezas, nos hacen presenciar la vergüenza más grande del corazón humano, la corrupción que provoca la muerte y el suicidio de la comunidad planetaria: migración, maltrato, feticidio, feminicidio, trata de personas, abusos sexuales, violencia, pobreza y la mayor de toda el hambre…

La certeza de no negociar el fin que persigue la educación popular, un proceso crítico de educación transformadora que implica tener en cuenta sus cuatro pilares fundamentales: pedagógico, ético, político y epistemológico. Desde estos presupuestos los medios urgentes que necesitamos hoy, como la tecnología no se pueden convertir en el fin de la educación popular.

La garantía del derecho a una educación popular de calidad, esto pasa por afrontar desafíos como posibles deserciones escolares por la situación de extrema vulnerabilidad agudizada por la crisis sanitaria acompañada de un desastre económico bañado de una corrupción sin precedente. Nos preguntamos ¿cómo garantizar este derecho en estas circunstancias? ¿cómo enfrentar la brecha digital y la conectividad, especialmente en la ruralidad y barrios marginales?

La innovación para la transformación, el entrar en la casa de cada familia nos ha dado la base para innovar cada detalle del proceso de enseñar aprendizaje; la comunicación con su palabra y su gesto preciso, la planificación con lo fundamental e inclusive la preparación de un hasta luego de despedida…

La participación, todos aprendemos en comunidad, nada podemos hacer solos, más aún ahora que el sujeto es la familia. Hay que recuperar la organización barrial y la minga, las alianzas con organizaciones de base, presupuestos de una verdadera democracia participativa.

La formación para este camino, implica un cuidado del espíritu del maestro y de su dignidad, antes que de la propia técnica de enseñanza. Así podemos salir de la lógica de la burocracia educativa.

La pastoral como núcleo de identidad, nos recuerda nuestro amor y compromiso prioritario, “desde dónde acaba el asfalto”, nuestra opción por los pobres, desde una fe comprometida con la justicia, hoy también desde una necesaria reconciliación comprometida con la justicia, la verdad y la esperanza de construir una sociedad donde el Reino de Dios sea la garantía de nuestra felicidad.

El compromiso de no negociar la esperanza, a pesar de los vaticinios de que cuando pase todo, ninguna persona, ni ningún gobernante, apostará solidariamente más allá de sus territorios. A pesar que el corazón humano seguirá tropezando con su propio egoísmo y la sociedad lo siga relativizando todo, aun así, no hay que negociar la esperanza mientras exista un ser humano, una comunidad educativa que no solo reclame desde sus derechos al Estado, sino desde su responsabilidad y deber con los pobres; como dice el P. Ugalde S.J. al referirse a Fe y Alegría, que no espera el cambio desde arriba, sino con nueva e irreverente creatividad actúa desde la solidaridad que necesitamos todos y todas.

Estas reflexiones con base en varios diálogos comunitarios, ha implicado silencio interior, para repensarnos y actuar coherente y humanamente. No pretende formular conclusiones sino inquietar para seguir preguntándonos y juntos encontrar las respuestas para este nuevo desafío. La posibilidad de una nueva sociedad, de un nuevo contrato social, de un nuevo ser humano, está en la mano de todos nosotros y nosotras. Les invitamos a recorrer las páginas del documento UNA NUEVA EDUCACIÓN PARA UN NUEVO MUNDO, cuyas reflexiones nos inspiran a seguir movilizándonos, por una verdadera innovación educativa que implica una transformación social desde el derecho y la justicia educativa.

Carlos Vargas R.
DIRECTOR NACIONAL DE FE Y ALEGRÍA ECUADOR

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