El proceso de convivencia y construcción de ciudadanía considera a la persona como el centro de todas las acciones, planes y programas para convertirla en el protagonista de su propia historia y de los cambios que se sucedan; toma en cuenta sus vivencias, la práctica de los valores humanos y la vida en comunidad. Al abarcar aspectos que son clave en el proceso de establecimiento de dinámicas de interacción satisfactorias requiere de una formación ética, crítica y del empoderamiento de todos los actores de la comunidad educativa contemplando una interacción necesaria, cohesionada y productiva con la comunidad del entorno para la transformación que se anhela para un mejor mundo.
Dicha transformación se posibilita con las acciones que se implementan de cara a centros educativos democráticos que garantizan la participación, el reconocimiento de la diferencia como un valor y aprendizaje, el desarrollo de ambientes cálidos, cercanos como espacios seguros para la comunidad educativa.
Dentro de sus tres componentes, conflicto, ambientes socioafectivos y formación para la ciudadanía, se contempla la prevención de la violencia como el paraguas que abraza la complejidad y por ende las alternativas de trabajo se enmarcan en proyectos de promoción y prevención, alianzas estratégicas, trabajo con familias (Diálogo de Saberes), convivencia, formación para liderazgo infantil y juvenil, potenciando así el perfil de estudiantes como ciudadanos críticos; familias que encuentran el sentido de vida y se convierten en el ámbito de desarrollo humano; educadoras y educadores que comprenden su propia historia y la del grupo de estudiantes para fortalecer su práctica pedagógica desde la concepción del aprendizaje socioemocional.
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